EL PODER DE LA VULNERABILIDAD
Mi vulnerabilidad,
mi mayor fortaleza
Te invito a que me acompañes a explorar las respuestas a estas preguntas:
- ¿Qué hay detrás de nuestro miedo a ser vulnerables?
- ¿Cómo nos estamos protegiendo de la vulnerabilidad?
- ¿Qué precio estamos pagando cuando nos cerramos y nos desconectamos?
- ¿Cómo aceptamos y nos conectamos con nuestra vulnerabilidad para empezar a transformar nuestra forma de vivir, amar, educar y guiar?
Mito 1:
LA VULNERABILIDAD ES UNA DEBILIDAD
Vulnerabilidad nos suena a debilidad, fragilidad. Es un estado que inmediatamente nos contacta con el miedo; sobre todo a los que poseemos caracteres controladores u orientados a la acción.
Mostrarnos vulnerables no es lo mismo que mostrarnos débiles, y que, por el contrario, para hacerlo se requiere de fortaleza y seguridad en sí mismo.
La percepción de que mostrarse vulnerable es un signo de debilidad es uno de los mitos más aceptados y a la vez más peligrosos de nuestra cultura: creer que sentir es debilidad.
Crecemos pensando que ser 'fuertes' es algo a lo cual tenemos que aspirar.
La vulnerabilidad es al esencia de todas la emociones y sentimientos.
Sentir significa ser vulnerable
Así que es necesaria cierta dosis de valentía y perseverancia para contactar con esa parte tan necesaria; porque nos hace darnos cuenta de lo que nos daña y nos pone en contacto con qué es lo que necesito, qué es lo que me hace bien.
El hecho de poder cambiar una situación que nos está haciendo daño conlleva primero aceptar que nos pueden hacer daño para después identificar qué es lo que nos hace daño y desde aquí poder establecer un límite para poder decir que no a una petición, a una situación, a una agresión.
Si nos consideramos invulnerables, es posible que estemos siendo dañados, invadidos y no nos demos cuenta, y nos dejemos invadir por el otro...
Nos ayuda a identificar qué nos daña, nos da la posibilidad de establecer límites de lo que no queremos o nos daña.
La Vulnerabilidad va unida a la Autenticidad
Es decir, a la posibilidad de que establezcamos relaciones más reales, menos teñidas por el miedo. Nos hace más cercanos y accesibles, más humanos. Nos da la posibilidad de experimentar nuevas maneras de relacionarnos, confiando y abriéndonos a los demás.
Construimos desde niños, piedra a piedra, una fortaleza donde esconder nuestro yo íntimo, que creemos frágil y poco merecedor de afectos. Así que lo que mostramos a nuestro entorno son las murallas que hemos creado, convencidos de que así llegamos a los que queremos, pensando que proyectamos algo mejor que nosotros mismos, lo que "deberíamos ser": debemos ser fuertes, autónomos, seguros, independientes, eficaces, inteligentes, serviciales, amables, buenos, capaces, divertidos o confiables a toda costa, siempre y en todo momento.
Poder mostrarse vulnerable puede ser muy liberador, nos permite soltar nuestras corazas y defensas, ya que resultan pesadas y agotadoras. Y a partir de ese momento es cuando vemos lo que hay, lo que somos y cómo somos,... entonces se abre el camino incierto de aceptarnos y querernos tal y como somos, de sentirnos dignos de ser así. De atrevernos a mostrarnos a los otros tal y como somos; poco a poco con menos máscaras; intentando manipular cada vez menos. Confiando en que seremos queridos y aceptados y asumiendo que podemos ser rechazados o no gustar o no ser queridos... Sin que por ello dejemos de ser dignos de ser quien somos. | |
ES IMPORTANTE RECONOCER NUESTRAS
VULNERABILIDADES
No somos débiles cuando nos mostramos tal y como somos,
sino auténticos.
¿De dónde viene el malestar?
El malestar no viene de ser sensibles, tiernos y vulnerables, sino de nuestra lucha interna por rechazar lo que sentimos y de nuestra propia agresión interna por vernos con estas cualidades.
Cuando optamos por la estrategia de la insensibilización, que solemos confundir con fortaleza, entonces pagamos un alto coste. Insensibilizarse es cerrar la puerta a la cercanía, al afecto, a la relación auténtica, a todo lo que nos hace humanos y hace que nuestra vida merezca la pena ser vivida.
Nos desconectamos de nosotros mismos y de los que nos rodean. Raramente conseguimos nuestro objetivo de no sentir absolutamente nada que nos incomode. Siempre hay emociones que quedan y sin saberlo conscientemente, estamos optando por el miedo, el aislamiento, el conflicto con nosotros mismos y con el otro. De ellas surgen la intransigencia y la intolerancia.
Pensamos que aniquilando al de afuera, aniquilaremos a nuestro propio monstruo interior, y por fin lograremos estar en paz, sin ansiedad,... Pero no funciona.
Lo que descubrió la Dra. Brown es que las personas que eran capaces de mostrar su vulnerabilidad eran quienes no sólo tenían una relación más sana consigo mismas, sino que eran las más valientes,... las más queridas. Y todo esto como resultado de su autenticidad. Descubrió que aquello que los hacía vulnerables era al mismo tiempo lo que los hacía bellos y queribles ante los demás.
¿Has insensibilizado tu vulnerabilidad?
No podemos insensibilizar selectivamente una emoción o sentimiento (la pena, la vergüenza, el miedo, la vulnerabilidad) si no queremos sentir alguna de las anteriores terminamos por no sentir ninguna y para ello usamos medicamentos, adicciones, comida,... No podemos insensibilizar los sentimientos que producen malestar sin insensibilizar otros afectos. No podemos anular un lado sin anular el otro. Gratitud, felicidad, alegría, también se insensibilizan y luego nos sentimos perdidos, sin sentido en la vida y en consecuencia,... más vulnerables.
También nos insensibilizamos pretendiendo convertir la incertidumbre en certeza. Necesitando tener control y seguridad sobre todas las cosas. Expresiones como: tengo razón, tú te equivocas, cállate, no sabes nada, tienes que hacer tal o cual cosa. Mientras más miedo tenemos más vulnerables somos, entonces buscamos certezas y control en un mundo en el que lo único constante es el cambio.
También buscamos perfeccionar. Quitamos la grasa de un lado y la llevamos a otro. Estiramos la piel, cubrimos las canas. Queremos perfeccionar a quienes están alrededor, creemos que sabemos qué tienen que hacer y cómo. Nos engañamos creyendo que lo que hacemos no tiene consecuencias en otras personas. Que nuestras demandas, opiniones y expectativas no lesionan la vulnerabilidad del otro.
> Brené Brown*. "Frágil. El poder de la vulnerabilidad"